martes, 22 de abril de 2014

La otra cara de la UASD

La otra UASD, la de mis aulas

Por JUAN MIGUEL PÉREZ (APORTE)
12 abril, 2014 2:00 am
 


Digo “la de mis aulas”, para precisar esas aulas en las que imparto clases de Sociología, donde soy observador participante y en las cuales he podido desarrollar el análisis siguiente.
En el trabajo “La otra UASD, la de mis estudiantes”, (Areíto, 4 de abril), abordábamos el origen social y las tribulaciones presentes que sufren los estudiantes a los que he tenido el privilegio de servir como profesor. Ahora, quiero referirme a ese ¿qué he podido encontrar en las aulas universitarias? Nos concentraremos en dos elementos en específico: la motivación del estudiante uasdiano y la pertinencia de los aprendizajes trabajados con ellos. Para hacerlo, sin tener el espacio suficiente para desarrollar todos los argumentos, compararé solo algunos puntos de mi experiencia como docente en la UASD con aquellas experimentadas como profesor en la PUCMM. Solo se hace ciencia de las diferencias, proclamaban los naturalistas del siglo XVIII.
1. De las motivaciones de clase en las clases.
Si hay algo que nos llena de preocupación a los sociólogos críticos (existen otras escuelas y formas de pensamiento en las ciencias sociales), es saber a través de los hallazgos científicos encontrados que, a grandes rasgos, la vida de un ser humano queda condicionada de por vida según las vivencias a las que tuvo acceso esa persona en su temprana edad. La mayoría de competencias cognitivas, psicoafectivas y sociales que nos hacen como persona dependerán predominantemente del lugar en el que nazcas, de tu apellido, de la profesión de tus padres, del contexto en el que socialices tus primeros aprendizajes. Después de determinada edad, es muy difícil recuperar lo que no se conquistó antes. Tenemos más de portadores de herencias sociales que de protagonistas de nuestros destinos de vida. No es verdad que en la práctica los hombres y las mujeres nacen libres ni iguales. Las clases sociales continúan jugando un rol substancial en la configuración de probabilidades de logros que alcance un agente social a lo largo de su vida.
En la UASD como en la PUCMM, la actitud de un estudiante ante sus estudios universitarios quedará fundamentalmente condicionada por el nivel de esperanza que ponga ese estudiante en el futuro que la sociedad le ha enseñado que tendrá un diploma universitario para un joven de su estrato social. Así, el estudiante de la PUCMM es más proclive a buscar buenas calificaciones, porque sabe lo decisivo que puede ser para su futuro una nota o una mención que le distinga de sus pares al graduarse, sea para fines de obtención de becas o puestos laborales. Para el estudiante de la UASD, tener una “A”, una “B”, o una “C” no es que no sea importante, pero importa menos que “pasar” o “no pasar”. Lo importante es el título.
Actores de una realidad social de carencias y dependencias, para esos estudiantes su contexto familiar les exige contribuciones inmediatas al sustento material diario en la que viven. Muy difícil, entonces, pensar en continuar, luego de una licenciatura, estudios de posgrado, por lo que “sacar buenas” notas para una eventual beca no es prioridad en la UASD.
Como resultado de sus condiciones de vida, las privaciones materiales les compelen a tener trayectorias accidentadas en su carrera universitaria: dificultad para adquirir sus materiales de estudios; llegar tarde a clases cuando salen del trabajo a las 5 pm y el transporte público no garantiza llegar a tiempo al curso de las 6 pm; no poder dedicarle suficiente tiempo al estudio porque hay que atender los quehaceres de la casa; no tener acceso a un computador o al internet. Factores todos que merman el legítimo deseo estudiantil de hacerlo bien.
De igual manera, la clase social incide en el plano del mercado laboral. Por las posibilidades que tienen sus pares, el estudiante de la PUCMM y de la UASD conocen los puestos a los que ellos, según sus orígenes sociales, tendrían la posibilidad de acceder con menor o mayor grado de probabilidad. Cuando eres estudiante de la UASD, tus orígenes marcan un estigma que el mercado de trabajo discrimina. Según una jerarquía social configurada por puestos de trabajo y por los prejuicios de los reclutadores, en la mayoría de casos, el título arropa las calificaciones.
Esta realidad alimenta una indiferencia que asumen de manera frecuente muchos estudiantes uasdianos, principalmente en la población masculina, la femenina siendo mucho más disciplinada o “aplicada”. En ese estrato social, la dominación masculina ejerce una incidencia paradójica en el aula: contribuye a que los estudiantes tengan más dificultad al seguir las orientaciones del profesor y que, al contrario,las estudiantes posean más y mejores destrezas intelectuales.
Por eso, antes mismo de entrar en las aulas universitarias, la motivación de los estudiantes se convierte en primerísima problemática para el profesor, lo cual requiere revisar sus métodos a la luz del contexto de reproducción social específico de los estudiantes y del sentimiento de pesimismo que de él se desprende. Constituirse en un proveedor riguroso de esperanzas en la excelencia y para la vida, es el mayor reto de un profesor de la UASD.
2. Del tipo de conocimientos y de su generación.
En la UASD, como en toda universidad, existen las materias generales y las más especializadas que tienen que ver con el programa académico específico de una carrera. Me voy a detener en las materias generales. Imparto una materia llamada “Introducción a las Ciencias Sociales”. Me di cuenta del poco atractivo inicial que tiene para el estudiante de las carreras de contabilidad, de bioanálisis o de ingeniería, conocer el psicoanálisis, la antropología, la historia o la economía, ramas de las Ciencias Sociales. Observé la infertilidad que tenía para mis estudiantes de la UASD un curso que reposase únicamente en los conceptos y nociones que conforman el parque teórico de las ciencias sociales. Cambié el título y le puse uno un poco más práctico: “El mundo en el que vives”, con el objetivo de construir con ellos un sentido crítico del mundo en el que sobreviven. La idea es que puedan comprender las leyes sociales que gobiernan sus realidades, auxiliándose de las ciencias sociales, y no lo inverso. Trabajamos la cotidianidad concreta desde una perspectiva de distanciamiento con el diario vivir, de autoexilio de sus culturas, para que ellos y ellas, nosotros, podamos construir un efecto visual-analítico de espejo, indispensable al discernimiento reflexivo. Indagamos al otro, en sus diferencias y similitudes con nosotros, buscando en ese otro un conocimiento que nos ayude a reconocernos.
Por último, nos queda la producción del conocimiento. No solo se gana motivación en el estudiante cuando trabajamos desde una perspectiva que los incluya (“El mundo en el que vives”), sino que los hacemos partícipes de la producción del conocimiento que se genera en la clase. El profesor Amaury Pérez, por ejemplo, colega del departamento de Sociología, viene desarrollando un proyecto titulado “Sociología del Barrio”, en el que los estudiantes se convierten en observadores agudos de sus propios entornos. También ha creado una colección de publicaciones en las que los estudiantes se transforman en asistentes de investigación del profesor y terminan como co-autores de las publicaciones trabajadas.
Aprovechando la riqueza que aporta la diversidad de trayectorias que llevan en sus vidas los estudiantes, el profesor lidera un proceso colectivo de generación comunitaria de inteligibilidad social. La meta es habilitarle al estudiante el rango de actor protagónico de su propio aprendizaje y de entrenarlos al método de razonamiento científico que pueda tanto en el plano del conocimiento experiencial, como el conocimiento de carácter lógico deductivo, contribuir a la mejora de sus procesos de toma de decisiones. Y esto, para el resto de sus vidas.
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